13 marzo 2009

Bizarra, de Rafael Spregelburd (Editorial Entropía)

Parece que este es un tiempo de editores lanzados. Primero, Garamona publica el libro de Strafacce que comentábamos acá. Ahora, Entropía se le anima a Bizarra. Bienvenido sea el coraje. Yo para no ser menos, leo los monstruos y acabo de recibir mi ejemplar de Los Sorias

Vamos a lo que nos ocupa.


Monumental, delirante e increíblemente divertida, Bizarra es una proeza. Para empezar, es una proeza de escritura. Las nada desdeñables 500 páginas que los 10 capítulos de la obra abarcan en la edición de Entropía son prueba suficiente de ello. Pero no vamos a ponernos en Coca Sarlo (ver Escritos sobre literatura argentina) para hacer un elogio del tamaño, más propio de una Alessandra Rampolla que de la otrora titular en Puán. No, las virtudes de la -extensa, para qué negarlo- obra que nos ocupa van mucho más allá de la cantidad de páginas. Lo primero que hay que notar es la pasmosa seguridad de Spregelburd para manejar el monstruo y sus más de 100 personajes, dosificando con justeza la intriga, ramificando el relato, aprovechando los recursos del género y trasgrediéndolos al mismo tiempo. Luego (el orden es provisorio), y más allá de estas destrezas técnicas, surge la apropiación de la realidad post-crisis del 2001: la miseria, las manifestaciones (marchas), la pertinencia o no de ciertas prácticas discursivas que se ahogan en su propia retórica, la “crisis de representación”. Finalmente, sorprende lo fácil de leer como literatura que es este “residuo” (Bartís dixit) textual, cosa que no sucede con otras obras de Spregelburd sin cuyo correlato escénico resultan directamente ininteligibles.

Hablando de correlatos escénicos, Bizarra es también una proeza en el sentido más teatral del término. Cosa que incluye a la escritura para la escena, claro. Pero que también abarca el montaje sucesivo de los 10 capítulos, los ensayos casi simultáneos a las funciones, los 50 actores, un público que se transformó en fanático de la obra y hasta un merchandising de lo más cachivachero. Por esas épocas, el teatro tomaba por asalto la tétrica realidad del país. Si antes la política había sido víctima de la desdelimitación de la teatralidad y lo político parecía poder leerse con las herramientas de la teoría teatral, después la “crisis de representación”, el teatro recuperaba su lugar poderosamente, arrastrando y convirtiendo en procedimiento dramático las devaluadas prácticas discursivas sobre -y desde- las que se había derrumbado el sistema democrático.

Ahora, una consideración un poco más teórica sobre género (1). En especial, sobre el hecho de que la obra sea una "telenovela teatral". La tensión entre respeto y transgresión a las reglas del género funciona como una mecánica de puesta en riesgo de la realidad. El conjunto de reglas de género, a la vez que lo define en tanto práctica artístico-discursiva, engendra una comunidad de sentido cuyo único factor aglutinante es, a priori, la aceptación expectatorial de ese conjunto de preceptos genéricos. Como es evidente, la comunidad de sentido será tanto más amplia –potencialmente– cuando mayor penetración social tenga el género que la delimita. Decimos que el par dialéctico abierto respeto-transgresión pone en riesgo la realidad, porque, a la vez que mantiene los lazos genéricos, desestabiliza el equilibrio interno de la comunidad de sentido al trasgredir parte de su base, digamos axiomática, sin reemplazar los preceptos quebrados por otros: En ese sentido, Bizarra –aprovechando los recursos genéricos de la telenovela: lo melodramático, por ejemplo–, demuele uno por uno los discursos políticos mostrando su inadecuación y evidenciando la falta de norte de la clase política argentina.

Además de estas características propias del texto, no podemos obviar las virtudes de la edición, que no son pocas: cómoda de leer, cuidada (no recuerdo errores ahora mismo), muy linda, con una extensa entrevista a Spregelburd que le realizara nada más y nada menos que Javier Daulte.

Por los motivos enunciados más arriba y por muchos otros, celebramos la edición de esta obra fundamental del teatro argentino. 


P.D.: Sí, sigo con Spregelburd. Me van a tener que bancar: debo dos reseñas todavía. Pronto, se vienen Acassuso y algo más decente sobre Lúcido. Será 2x1



(1) Esto está tomado más o menos textualmente de un artículo que escribí sobre las relaciones del teatro de Spregelburd con el cine. Pero como no se publicó aún, no puedo remitirlos a la fuente. Sabrán disculpar.