19 diciembre 2008

Osvaldo Lamborghini, una biografía


Estoy preguntándome cómo voy a escribir esta reseña. Sucede que hay libros que disparan miles de lecturas a medida que uno avanza por ellos y otros que dan una sensación tan fuerte de completitud que parecen invalidar cualquier glosa que pueda intentarse. Este último es el caso de Osvaldo Lamborghini, una biografía, de Ricardo Strafacce. Hace un par de semanas que terminé de leerlo y todavía no sé muy bien qué voy a decir de él.

Empecemos por dos adjetivos: apabullante y formidable. Por su increíble caudal de datos, por la extravagante vida del biografiado, por el modo impecable en que ésta se entrecruza con su literatura, por la soltura narrativa del biógrafo. Ricardo no es un periodista de Clarín que escribe sobre algún personaje más o menos notorio de la actualidad (ahí están como ejemplos, las recientes biografías de D’Elía, Moyano y Moreno), sino un novelista. Y de los buenos. Esto es casi ineludible para que un libro de casi 900 páginas de letra más bien chica, resulte por lo menos legible. Aunque, para hacer honor a la verdad, éste no sólo es legible, sino que es atrapante. Bueno, se me cayó otro adjetivo.

No creo que tenga demasiado sentido hacer aquí un resumen del “contenido”. Supongo que todos se lo imaginan. Desde la abuela Lamborghini hasta la muerte de Osvaldo, su vida -y aledaños- se despliega bajo todos los calificativos que ya enumeramos arriba. Pero, como decía Garamona (el editor) en la entrevista que le hiciéramos para el número 3, la biografía es también un friso de la época, donde las tropelías de O.L. sirven como excusa para leer las tensiones políticas, culturales y sociales que atravesaron (atraviesan, acaso) una época.

A propósito, me resulta interesante poner en relación el recorrido político-literario de Lamborghini y el de algunos de sus contemporáneos. Mientras que la radicalización de la militancia significó el cese de la producción literaria para varios de los escritores centrales de la época, ya sea por razones filosófico-político-éticas (como es el caso de Walsh en un comienzo) o por la desaparición y luego la muerte (como Paco Urondo, Miguel Ángel Bustos y el propio Walsh después de la Carta abierta a la Junta Militar); Lamborghini parece recorrer el camino inverso. La irrupción de El fiord, ese texto límite, parece inhabilitar la militancia que, tibia pero orgánicamente, O.L. ensayaba en esos tiempos.

Ahora me voy a pelear con Tabarovsky. En su columna de Perfil del 29 de noviembre, pone en paralelo el libro de Strafacce con Borges a contraluz, de Estela Canto y con La operación Masotta, de Correas. Más allá de que él mismo se desdice en el artículo, cuando propone que las dos “biografías” replantean el género (cosa que, por supuesto, hace todo gran libro), Tabarovsky no parece advertir una diferencia fundamental: tanto la de Canto como la de Correas son biografías escritas en contra del biografiado y, en todo caso, permiten una suerte de pirotecnia resentida, una catarsis del tipo de la que Gusman ensaya en el texto incluido en Y todo el resto es literatura (Interzona, 2008). Strafacce, en cambio, escribe desde una positividad furiosa y segura de sí misma. No desde un recuerdo mañoso y malintencionado, sino desde la posición de un novelista que ha recopilado cantidad de datos y testimonios y se dispone a construir con ellos un libro que no niegue ni afirme del todo ninguno de ellos. La única verdad indubitable es, entonces, la verdad del estilo.

Ya que hablamos del estilo, el de Strafacce es decididamente clásico. La Licenciada Turdera opina, desde la contratapa de La Boliviana, que Ricardo escribe “como una vieja”. Tampoco es para exagerar. Pero sí podemos decir que equidista tanto del barroco (del neobarroco, en todo caso) como de la prosa pelotuda y ATP de cierto grupete de escritores “noventosos”. Su carácter clásico emana, justamente, del equilibrio, de las proporciones exactas de sobriedad, humor caústico y decisiones acertadas (el final es una de ellas). De la conjunción de este estilo, ciertos procedimientos narrativos y la extraña vida del protagonista, emerge una biografía que puede ser leída en la tradición de la novela decimonónica. Por el uso del folletín al mejor estilo Dickens, por ejemplo. O por esa bipolaridad Goliadkine-Raskolnikov que parecía cultivar, posiblemente a pesar suyo, Osvaldo Lamborghini.

Por si todo lo dicho fuese poco, Strafacce se da el lujo de intercalar fragmentos inéditos y, lo que es más notable, análisis sumamente atinados de la obra lamborghiniana. Está claro que un biógrafo no tiene ninguna obligación de leer críticamente a su biografiado. También está claro que la mayor parte de las veces que eso sucede, el resultado es más bien desechable. Aquí, en cambio, la lucidez de Strafacce fulgura contra la opacidad del libro que citaba más arriba (Y todo el resto es literatura). Otro poroto para Osvaldo Lamborghini, una biografía.

Llegado a este punto, me sorprendo de eso, de haber llegado a este punto. Y sin hacer manganetas aprendidas de Lope (ya saben: “Un soneto me manda hacer Violante, / que en mi vida me he visto en tanto aprieto; / catorce versos dicen que es soneto, / burla burlando van los tres delante.”). Pero ya es suficiente. Comentar, más o menos tontamente, un libro de las características del que nos ocupa, siempre es ocioso. Lo que hay que hacer es comprarlo. Dejarse de chácharas y comprarlo. O pedirlo prestado. O algo así. Y leerlo. Ese es el punto. Por cierto, si usted, señor/a, es de los que prefiere mirar la última página del diario y, mientras se aburre en la sala de espera del dentista, detenerse apenas en las opulentas postales que traen las revistas, sin reparar siquiera en los pies de foto, el libro trae unas treinta láminas fuera de texto con fotos inéditas. Aunque, pensándolo mejor, siga con la Paparazzi y no se moleste.









Nota: Una situación estúpida: Soy un cavernícola que todavía no compró su celular con cámara de rigor, un desafortunado que tiene el scanner roto y un seco que no llega a la CyberShot. Así que, con el libro en la mano, no tengo modo de postear una imagen decente de la tapa. Robo la que está en Lilith Libros y, para no quedar tan mal, sumo la de Ricardo que tomo de nuestra propia revista.

6 comentarios:

Luciano Doti dijo...

Muy buena info. Saludos y suerte con sus proyectos.

Anónimo dijo...

Me gustan los temas cientificos tanbién y todas las formas de ficción relacionados principal mente com terror y relatos sobrenaturales. Soy uno escritor brasileño. Mi sueño es conocer tu patria e libros
Bruno Resende Ramos
www.brunoadult.blogspot.com

Unknown dijo...

el otro día me di cuenta que este hombre se llama igual a un auto.

Periquito Lasabrosura, poeta brujo. dijo...

Muy bueno es estracto, sobre todo porque habla sencilla y placidamente del gran naufrago de las letras nacionales: Osvalod L.
Amigo, me simpatizó mucho que escribiese sobre O.L. y como cuando un blog me gusta invito, le digo, pase por mi blog, que es medio raro y manshin, pero es lo que hay. Saludos.
http://bebiendotemprano.blogspot.com/

Periquito Lasabrosura, poeta brujo. dijo...

(FE DE ERRATAS): Muy bueno este estracto, sobre todo porque habla sencilla y placidamente del gran naufrago de las letras nacionales: Osvalod L.
Amigo, me simpatizó mucho que escribiese sobre O.L. y como cuando un blog me gusta invito, le digo, pase por mi blog, que es medio raro y manshin, pero es lo que hay. Saludos.
http://bebiendotemprano.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Ese libro me salvó la vida. Agradezco a Strafacce, pero también a vos. Tu comentario (que bien podría ser que estuviera pago, el paranoide nunca sabe) me decidió, lo compré, lo devoré, y al final hastá soré y resoré. Ahora soy público cautivo del material del loco Osvaldo, ¡qué le voy a hacer! me siento un boludo endrogado!. Si hace años La Causa Justa y El Fiord me volaron la peluca, ahora que tengo muchas "llaves", de esas que trae "una biografía", leer a Oswald va a ser una adicción [morbosa].