09 noviembre 2008

ATP: El Hansel y la Gretel, de Matías Vitali

El domingo fui a El Bululú. A ver un “infantil”. Son perspectivas sombrías para quien se lleva pésimamente con los stand-ups y los varietés (el Bululú se especializa en esos géneros). Ni hablar si, encima, a uno se le quema el gorro cuando ve una obra para chicos que los trata como si fuesen estúpidos, cosa que sucede con gran parte de lo que está en cartel. Pero como confiaba en el buen criterio de Vitali y en su creatividad, junté coraje y fui. Y, contra todos mis prejuicios, me divertí muchísimo.

La obra, una variante semi-musical del archifamoso cuento de los hermanos-germanos Grimm, está escrita directamente en contra de ciertos preceptos del género. Por ejemplo, la idea de que los padres sólo pueden lamentar el tiempo perdido en el teatro mientras ven un “infantil”. O que los bonitos niños no entienden nada y todo debe serles recalcado 100 veces. O que los ángeles son perfectos e infalibles y las brujas malas e irredimibles.

El Hansel y la Gretel presenta un ángel bastante torpe, que dice mal sus fórmulas mágicas (como el rabí de Borges, que pifia cuando hace el Golem); una bruja que imposta su maldad buscando pertenencia social; y otras maravillas. El proceso de deconstrucción sobre los personajes arquetípicos de la narrativa popular tuneada por los Grimm se traslada también al discurso, que se desdobla en, al menos, un par de niveles: el que hace a lo estrictamente narrativo y el intertextual, apuntado a los padres. Por ejemplo, citando a una famosa serie televisiva de estos tiempos, cuando Hansel descubre que se han perdido en el bosque grita “We are lost!”.

Pero Vitali no se conforma con esas innovaciones temáticas, sino que apela también a lo formal, utilizando recursos que uno supondría pertenecen en exclusividad al teatro para adultos. Uno de ellos es la explicitación del carácter representacional de lo que se está viendo y de la condición dual del actor: actor-personaje y actor-persona, o cuerpo poético y cuerpo natural-social, en los términos de Dubatti. El público más joven, a pesar de los prejuicios, sigue con absoluta conciencia estos “saltos ontológicos” (Dubatti) y se divierte tanto o más que los adultos descubriendo que un mismo cuerpo de repente pertenece a una bruja que elucubra planes para morfarse a los hermanitos, y un instante después pasa a ser una actriz que reclama más fervor del público.

Las cuestiones que uno podría llamar la “ficha técnica” de la obra están muy bien. La música, el vestuario, la escenografía y las luces cumplen su función sin molestar en absoluto. Las actuaciones son sólidas, hilarantes por momentos y profundas por otros.

El Hansel y la Gretel está haciendo funciones los días domingo a las 16:45 hs en El Bululú (Rivadavia 1350). Señora: puede llevar a sus chicos con toda tranquilidad y, ya que está, reírse un poco usted también. Eso sí, si tiene sed, tome algo antes de entrar: los precios del bar son un poco…mmm.. cómo decirlo… turísticos.